Cultura, deseo y beats: la trinidad del club
Cultura, deseo y beats: la trinidad del club
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Luces locas, humo espeso, cuerpos en trance... y de pronto, una silueta con orejas de peluche y otra con casco de astronauta bailando como si no existiera el mañana. No estás dormido, ni atrapado en un videoclip retro mal editado: te adentraste en el corazón de una discoteca que desafía las leyes del sentido común. putas Bogota Ese rincón nocturno en el que la racionalidad cuelga el abrigo y se despide.
Son como sueños lúcidos diseñados por artistas sin filtro. Ni son comunes, ni buscan serlo. En este mundo, la excentricidad es moneda de cambio y el disfraz, identidad.
Lo primero que debes hacer es olvidarte de la clásica combinación de luces LED y reguetón sin descanso. Obviamente, esos ingredientes pueden formar parte del cóctel, pero en este universo, hay mucho más que beats pegajosos y tragos de colores.
Imagina esto: una disco en Tokio con robots sirviendo bebidas como si fuera una escena de ciencia ficción. Estos androides te entregan el trago con brazos robóticos mientras una diva con peluca gigante canta ópera sobre una tarima luminosa en forma de serpiente. ¿Ordinario? Para nada. ¿Brillante? Totalmente.
Otro caso increíble: una discoteca en Ibiza que literalmente está dentro de una cueva. Ahí dentro, rodeado de estalactitas, puedes encontrar DJs tocando deep house mientras un chamán realiza un ritual tribal con humo de salvia. Una experiencia de electrónica sagrada.
Lo más fascinante es que estos lugares llaman a toda clase de personajes. Desde el despistado en bermudas hasta el magnate con reloj que brilla más que la bola disco. Aquí no hay códigos de vestimenta, solo códigos de locura.
Además, el entorno visual de estas discos es digno de mención. ¿Bailar bajo una réplica del esqueleto de un dinosaurio? ¿Relajarte en un trono barroco con una llama disecada como guardiana? Aquí, lo que parece imposible es el nuevo estándar.
A primera vista, podrías imaginar que solo van tiktokers con brillitos y turistas con tarjetas sin límite. Pero la realidad es otra. Los asistentes son tan diversos como la playlist del DJ.
Algunos llegan movidos por el puro “a ver qué pasa”. Entraron por “ver qué onda” y salieron con una historia que ni su terapeuta les cree.
Hay quienes buscan romper rutinas con experiencias psicodélicas. Su idea de fiesta es más Bohemian que reguetón: tarimas, mimos, giros y señas.
Y cómo no, los eternos enamorados del caos creativo. Cada noche loca es una medalla en su colección de rarezas. Si se anuncia un evento intergaláctico con bebidas fluorescentes en tubos de ensayo, puedes apostar que estarán en primera fila.
¿Y qué pasa una vez dentro? Absolutamente de todo. Bailan con frutas antropomórficas, se rayan con tinta luminosa y reciben tormentas de burbujas en plena copa. Es una combinación mágica de ritual performático, desfile electrónico y fiesta indie de otro planeta.
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